Tú eres mi fuerza diaria, eres el que me ilumina el camino cuando está oscuro y el que me coge de la mano cuando las cosas se ponen difíciles.
Eres perfecto tal y como eres, perfecto con tus manías, con todas las diferencias que existen entre nosotros, con tus malos hábitos y con tu pésimo gusto para la música y las películas. Eres perfecto tanto física como personalmente. Eres perfecto cuando me dices que al volverme a ver, te has vuelto a enamorar de mi. Eres perfecto por tu manera de quererme y de cuidarme y, por supuesto, eres perfecto cuando te dejas querer.
Me he dado cuenta de como te gusta abrazarme antes de dormir y de la cara de dormido que tienes recién levantado, como te lloran a veces los ojos sin sentido alguno y como te quedas embobado viendo la televisión. Me he dado cuenta de como me observas mientras duermo, de lo feliz que eres con un simple balón en la playa y de lo mucho que te entretienes jugando a la play.
Me he fijado en todos y cada uno de los lunares de tu espalda, en como se te marcan la nuez y las clavículas (créeme que aunque tú lo odies, a mi me encanta), conozco bien como odias que te toque la cara y el coraje que te da despeinarte. Conozco tu manera de caminar, tu cara de 'eres muy pesada, déjame ya' y la forma en la que los ojos se te iluminan cuando me vuelves a ver después de muchos días.
Y sí, llámame loca, porque me he fijado en ti y en tu cuerpo desde el principio, pero es que cuando te enamoras es cuando empiezas a valorar y a observar las cosas, las pequeñas cosas que son las que merecen la pena.
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